Xenofobia promocionada
En la madrugada del día de Reyes, un joven estudiante de 20 años era asesinado en Cáceres, en una zona de bares de copas cuando con unos amigos intentó impedir que un hombre maltratase a una mujer.
A la terrible desgracia que supone la muerte violenta de un joven de esa edad se le sumó otra más cuando su padre sufrió un infarto y murió cuando conoció la noticia del asesinato de su hijo. Todo era dolor y desolación en los estudiantes, amigos, conocidos y cualquier persona con un mínimo de sensibilidad.
Pero no acabó aquí la cosa porque los testigos aseguraron que el asesino tenía acento sudamericano, y más concretamente colombiano, y así fue publicado, o mejor debería decir publicitado, por la prensa. Cuando unos días más tarde la policía detuvo al asesino, resultó que era de Zaragoza.
Los inmigrantes colombianos, y por extensión los sudamericanos e incluso los marroquíes y subsaharianos se vieron en determinados momentos, muy preocupados por lo que pudiera repercutir en sus vidas el crimen que ellos también repudiaban.
No se trata de sumergirse en la ola de cretinismo que supone lo llamado políticamente correcto y pensar que todos los inmigrantes son ángeles del cielo, pero de ahí a pensar que todos son delincuentes, media un abismo, y la prensa debería de tener cuidado de dar ese tipo de informaciones, encima falsas, que son aprovechadas por los xenófobos y racistas para esparcir su repugnante doctrina.
Sólo nos queda lamentarnos por la muerte de ese muchacho en la flor de la vida, de su padre y de la inconciencia de una prensa que colabora a ejercer una atmósfera de presión e intimidación sobre unas personas cuyo único delito es haber venido a España pensando en tener un futuro mejor, tal como los españoles hicimos en su momento, pero que parece que hemos olvidado.
A la terrible desgracia que supone la muerte violenta de un joven de esa edad se le sumó otra más cuando su padre sufrió un infarto y murió cuando conoció la noticia del asesinato de su hijo. Todo era dolor y desolación en los estudiantes, amigos, conocidos y cualquier persona con un mínimo de sensibilidad.
Pero no acabó aquí la cosa porque los testigos aseguraron que el asesino tenía acento sudamericano, y más concretamente colombiano, y así fue publicado, o mejor debería decir publicitado, por la prensa. Cuando unos días más tarde la policía detuvo al asesino, resultó que era de Zaragoza.
Los inmigrantes colombianos, y por extensión los sudamericanos e incluso los marroquíes y subsaharianos se vieron en determinados momentos, muy preocupados por lo que pudiera repercutir en sus vidas el crimen que ellos también repudiaban.
No se trata de sumergirse en la ola de cretinismo que supone lo llamado políticamente correcto y pensar que todos los inmigrantes son ángeles del cielo, pero de ahí a pensar que todos son delincuentes, media un abismo, y la prensa debería de tener cuidado de dar ese tipo de informaciones, encima falsas, que son aprovechadas por los xenófobos y racistas para esparcir su repugnante doctrina.
Sólo nos queda lamentarnos por la muerte de ese muchacho en la flor de la vida, de su padre y de la inconciencia de una prensa que colabora a ejercer una atmósfera de presión e intimidación sobre unas personas cuyo único delito es haber venido a España pensando en tener un futuro mejor, tal como los españoles hicimos en su momento, pero que parece que hemos olvidado.
Cosas veredes...
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