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El Vigilante

Sexo y posturas...de la Iglesia

<u><center><b>Sexo y posturas...de la Iglesia</b></center></u>
Si alguno espera que aquí les describamos unas posturitas del Kamasutra o le demos un catálogo de sugerencias de Lorena Berdún, se equivoca pues vamos a hablar de las posturas... de la Iglesia.
De todos es sabido la gran relación de la Iglesia con el sexo, no en vano su fijación por este tema les ha llevado a casi centrar los mandamientos en sólo uno, y no por gusto se conoce a la postura tradicional como la del "misionero".
Poco sabemos de la vida íntima real de los eclesiásticos, salvo unas pequeñeces como unos miles de curas pedófilos, violaciones de monjas en África por parte de los sacerdotes con posteriores abortos, e históricamente, las barraganas y los numerosos "sobrinos" que tenían algunos curas, pero nada importante, sólo pecadillos así.
Por eso nos quedamos gratamente sorprendidos cuando el otro día el portavoz de la Conferencia Episcopal admitió el uso del condón para combatir al Sida. ¡Lástima que esa grata sorpresa sólo haya durado un día!, pues la Iglesia da marcha atrás (no en el sentido anticonceptivo) y vuelve a calificar de inmoral su uso. Por lo visto es más inmoral usar un preservativo que dejar que se contagie y muera una persona pero ¡qué le vamos a hacer!. Son así y no tienen arreglo.
Mi amigo Raimundo el otro día se fue corriendo a una farmacia a comprar unos condones pues, por sus creencias, no usa ningún método anticonceptivo y está más salido que el frutero de Siete Vidas ya que sólo puede hacerlos en contadas ocasiones. El pobre iba contento, feliz, radiante, con esa cara que sólo se tiene cuando sabes que ¡por fin! vas a ...quitarte la calentura que te agobia.
Lo he vuelto a ver ayer y su cara era todo un poema, estaba triste, compungido con ese rictus de amargura que sólo se tiene cuando sabes que no vas a... poder quitarte la calentura que te agobia, y me contó la inmensa cola que había en la farmacia, montones de gente comprando preservativos, éstos que se agotan, los fabricantes que donan a la Iglesia unos milloncejos, por supuesto para la salvación de las almas del purgatorio, y en fin que va el pobre y me dice:
Tengo que obedecer a la jerarquía y así asumo mi fe, pero ¡coño! ¡a ver que hago yo ahora con estas 25 cajas que compré!
Cosas veredes...

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