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El Vigilante

Fascismo andino

<u><center><b>Fascismo andino</b></center></u>
El día de Año Nuevo se produjo en Perú una noticia que ha quedado relativamente opacada por otras, o tal vez, ha sido menospreciada. El hecho es, que un movimiento llamado etnocacerista tomó una comisaría en Andahuaylas exigiendo la renuncia del presidente Alejandro Toledo, con el resultado de 4 policías muertos, toma de rehenes y varios heridos y la posterior rendición de los sublevados.
Cuando en el año 2000, ya en los últimos tiempos de Fujimori, los hermanos Antauro y Ollanta Humala, oficiales del ejército se sublevaron pidiendo la renuncia de Fujimori, algunos intentaron presentar a estos locos como dos demócratas ejemplares, y aún hoy, un líder campesino como Hugo Blanco los considera como sus referentes políticos.
En una de las frases más famosas de estos hermanos, que según parece, siguen a rajatabla las órdenes y doctrinas de su padre Isaac Humala, verdadero cerebro del movimiento etnocacerista, es de que cuando llegue al poder va a fusilar a todos los corruptos empezando por Alan García y Fujimori.
La autocalificación de etnocacerista tiene en su nombre el tinte racista que denota el etno y en cuanto a lo de cacerismo viene del mayor Andrés Avelino Cáceres, quien encabezó la lucha indigenista contra la invasión de Chile. Sin embargo, los Humala han obviado que Cáceres, cuando vio que los indígenas no sólo querían luchar contra los chilenos sino también contra sus enemigos permanentes, los hacendados, mandó fusilar a sus dirigentes.
Sigamos pues con esta familia que reivindica el incanato y organización territorial por lo que afirman que quitarán por las fuerza de las armas a Ecuador y Bolivia esos territorios, hoy formando parte de esos países.
Igualmente, dicen, recuperarán la ciudad de Arica, hoy chilena, también mediante la guerra.
Antauro Humala, cuando siendo subteniente fue enviado a Acobamba a combatir a Sendero Luminoso, se colocó el apelativo Corpus Christi y era conocido por el trato inhumano que propinaba a las comunidades indias, que hoy tanto dicen defender. Eran entonces comunes las quejas por abusos, robos de ganado y comida, violaciones y hasta asesinatos de indígenas perpetrados bajos sus órdenes.
No conviene pues, catalogar a estos tipejos ni como payasos ni mucho menos como demócratas y progresistas, y cuidado con jugar con fuego con gente que afirma que seguirán la lucha contra "los españoles" (refiriéndose a los peruanos que no son de raza india) y que, llegado el caso:
"En una eventual gobernación nacionalista se va a aplicar la sanción y el castigo. Y la pena de muerte tiene un procedimiento. No mueren a cosquillas ni a pañuelazos. Hay un procedimiento que se llama fusilamiento."
Y las condiciones sociales del Perú, como tantos países de nuestra querida América, hacen que sea el caldo de cultivo ideal para iluminados de este jaez, y es que la desesperación por la pobreza, la injusticia y la miseria pueden dar a lugar a volver su cara a cualquier fascismo, incluido  el travestido de progresista o de defensor de los derechos de los indígenas.
Si cuando Antauro Humala estaba en Acobamba era Corpus Christi, ahora parece que ha bajado un poco el listón y se ha quedado en algo menos:
"Yo soy San Juan Bautista, soy el que anuncia al Mesías, que puede ser Ollanta Humala, llegado de París, o por ahí un subteniente arrebatado etnocacerista. Él puede ser el Mesías. Mi misión es la de ser un anunciador".


Cosas veredes...

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